LA PANDEMIA, UNA OPORTUNIDAD PARA REPLANTEARNOS
No se puede negar que el confinamiento es una vivencia muy compleja. El encierro nos ha hecho actuar de distintos modos ante el temor de contagiarnos, y en el peor de los casos, morir.
De hecho, se han potenciado problemas sociales tales como la violencia intrafamiliar, el consumo de diversas drogas, la ingesta de alcohol, además de que evidentemente, se han incrementado, aún más, los niveles de estrés, ansiedad, depresión, angustia, miedos y con ello también, el marcado consumo de psicofármacos. En este sentido, podríamos estar hablando de factores de salud mental que requieren una muy importante y urgente atención durante y después de la pandemia.
Sin embargo, también ha habido una forma de aprendizaje y entendimiento (o internalización) más positivo en muchas de las personas que han asumido la situación sanitaria del COVID-19, como una oportunidad para ser mejor y dar lo mejor de sí, a su vida y su entorno. Evidentemente, esto tiene que ver con su salud mental y su capacidad resiliente, con esa forma positiva de ver lo que nos ocurre como una circunstancia transitoria que nos permite sobreponernos ante semejante amenaza.
El incremento apresurado de las estadísticas sobre la pandemia del COVID-19 nos ha obligado a “acomodarnos” a realizar cosas que antes no hacíamos, o que hacíamos de diferentes maneras (casi inconscientes), a vivir un proceso de adaptación a un nuevo estilo de vida y a que emerjan nuevas formas de plantearnos frente a la vida. También nos ha llevado a ser más observadores, más cuidadosos y más precavidos, todo ello apuntando a nuestro propio bienestar psicológico y el de los que nos rodean.
Ciertamente, la pandemia nos ha abrumado al mundo entero, detonando crisis existenciales. No saber a qué nos estamos enfrentando es uno de los más grandes temores que la humanidad está viviendo en este momento de la historia universal.
Parte de lo que ha sido más complejo, es el tiempo que ahora compartimos con las personas con las que convivimos, asunto con el cual ya no lidiábamos. Escasamente, en los hogares, se comparten algunas horas de comida, y muchas veces la tecnología era una intrusa presente en ese momento de dicho compartir.
En el aquí y el ahora, esa misma tecnología ha sido un gran aliado en los procesos educativos (en todos los niveles), también ha servido para estar “virtualmente cerca” de los afectos, para resolver trámites e incluso para poder continuar con un empleo desde casa, con la modalidad de teletrabajo, achicando el monstruo de la cesantía o desempleo, que detona un sinfín de temores e incertidumbre ante lo que viene, en el marco de un confinamiento que no tiene día de caducidad a la vista. Todo un aprendizaje.
Sin embargo, con esta pandemia, también han emergido los aspectos más positivos del ser humano, mostrando nuestra capacidad de sobreponernos a situaciones adversas, contribuyendo a una experiencia de transfiguración, donde se han hecho presente los valores más trascendentales del hombre…solidaridad, empatía, humildad, vocación, amor, esperanza y fe.
Esta circunstancia, le ha permitido al ser humano un escenario para hacer introspección y buscar dentro de sí, sus propios recursos para lograr su estabilidad emocional y empezar a apropiarse de la nueva etapa, logrando así replantearse un nuevo proyecto de vida, más dinámico y consciente, siendo el propio transformador de su vida y su entorno.
Sin duda, la crisis es una oportunidad para replantearnos y nos ha conducido a rehacernos en el día a día, ante lo cual podríamos hacer estos insight:
- Pregúntate, ¿qué aspectos positivos he podido obtener de esta situación?
- ¿Cómo voy a afrontar de aquí en adelante el confinamiento?
- ¿Qué cosas nuevas he descubierto en mí, a partir de esta crisis?
- ¿Con qué recursos internos cuento para ayudar a otros de los que están a mi alrededor?
- ¿Qué aspectos de mí me hacen feliz o agradecido hoy?
M.Sc. Lisett Santos Sánchez
ORIENTADORA